4 juil. 2012

En el Museo del Louvre - El Nuevo Herald

Cuando Tahína Planas falleció no escribí nada. Ahora que Olga Connor vuelve a visitar París me viene a la memoria cuando en 1998 hizo un viaje en el que Tahína y su esposo, Pedro Portal, venían también. Tahína era una persona extremadamente suave, muy amable, paciente, dulce. Era abogada y muy profesional. Siempre le decía que la recordaría toda mi vida porque mi primera multa conduciendo en Miami fue ella quien me la limpió, hace mucho tiempo ya. Vuelve Olga a París, esta vez con su familia, y deja que les guíe por un museo que conozco como la palma de mi mano. Una oportunidad para evocar algunos cuentos y obras del libro que compartí con Regina Avila. Aquí esta foto, el enlace y artículo de Olga Connor en el Herald de hoy:

A cada rato Olga Connor se aparece por París. Esta foto es ya una reliquia, pues fue tomada en París, en 1998. Aparece en ella Olga Connor y también la amiga Tahína Planas (qepd).



Vacaciones en París, recibimiento en el Louvre
por Olga Connor
En Nuevo Herald, miércoles 4 de julio de 2012.

Aunque los lectores hayan notado mis columnas y artículos en el periódico, he estado en Europa, adonde fui en un viaje de enseñanza para mi nieto Evan Connor, de siete años y medio. En París, tuve la suerte de contar con un amigo crítico de arte, William Navarrete, que accedió a mostrarnos con detalles aclaratorios algunas de las obras más representativas del Louvre.

LA CANOPEA DEL LOUVRE

Regina Avila (nombre real: Regina Al Sowayel) y William Navarrete habían publicado La canopea del Louvre (segunda edición, 2010, Valencia), con prólogo de Ramón Alejandro, titulado Dos criollos ante la esfinge, con el objeto de analizar obras suyas favoritas en el Museo del Louvre, pero no a la manera académica o crítica, sino a la luz de su imaginación. Publicado en español y francés, el libro ya ha sido reseñado en este diario, pero Navarrete nos mostró algunos cuadros de los que seleccionó en su obra.

Entre los que glosó, La balsa de la Medusa/Le Radeau de la Méduse, de Théodore Géricault (1819), es un cuadro icónico del romanticismo francés, inspirado por el naufragio de la fragata francesa Medusa, frente a las costas de Mauritania el 5 de julio de 1816. Unas 147 personas se montaron en una balsa construida rápidamente, pero todos menos 15 murieron en los 13 días antes del rescate. Hubo canibalismo, locura y deshidratación durante la espera. Navarrete lo interpreta en su libro como un símil del naufragio de la isla de Cuba. “Nuestra isla se hunde”, comienza su escrito. “Los últimos sobrevivientes del cataclismo nos hemos puesto a salvo”.

El nombre de la Medusa en el barco no auguraba nada bueno. Y a un niño le fascina la metáfora de un rostro cubierto de serpientes que pueda petrificar a un hombre o condenarlo al abandono en el mar. Eso fue lo que pasó en esta obra tan gráfica que refleja un hecho histórico.

LOS TESOROS DEL LOUVRE

Evan le llama “Leo” a Leonardo da Vinci. El, mi nuera Shawn, mi hijo David y yo, quisimos ver la Mona Lisa, ahora tras cristal blindado. Es un cuadro que tiene muchas vidas y ahora se han resaltado otras obras de Leonardo o relacionadas con él, en una exposición en el Louvre que cerró el 25 de junio, alrededor de una Santa Ana, La virgen y el niño con Santa Ana, la última obra maestra del artista, que dejó incompleta y ha sido restaurada, y en España otra Mona Lisa de un discípulo, que pudo haber sido Andrea Salai o Francesco Melzi.

Para prepararnos para esta experiencia pasamos a ver otras obras renacentistas y prerrenacentistas, como los frescos de la Villa Lemmi, en Florencia, realizados por Botticelli hacia 1486, bajo encargo de la familia Tornabouni. “Los únicos dos frescos que se conservan los posee el Louvre”, dijo Navarrete. De Giotto, vimos el retablo San Francisco de Asís recibiendo los estigmas, del siglo XIII, que proviene de la iglesia de San Francisco de Pisa. “La obra es de gran importancia porque en el panel central se trabaja lejos de los cánones hieráticos que hasta entonces se pintaban y se esbozan los primeros intentos de perspectiva con la finalidad de dar a la obra un movimiento interior hasta esa fecha inédito”, comentó el crítico de arte. El tema de la perspectiva tuvo gran interés para un niño de siete años. También los temas históricos.

Un gran cuadro de ejemplo fue La coronación de Napoleón, en presencia del papa Pío VII, ocurrido en 1804 en la catedral Notre Dame de París. Para afirmar su independencia con respecto a la Iglesia, Napoleón se coronó a sí mismo. “David redujo la perspectiva de Notre Dame para darle mayor visibilidad a los personajes y cubrió de cortinajes parte de las paredes y vitrales que todavía conservaban las cicatrices de la Revolución Francesa”, nos informó Navarrete.

Mi hijo David quiso mostrar a mi nieto La libertad guiando al pueblo, de Delacroix, (1830), sobre la sublevación de los parisinos durante tres días conocidos como “Los Tres Gloriosos”, en contra del rey Carlos X, en el mismo año 1830. “Una de las medidas que el Rey pretendía aplicar era la de suprimir la libertad de la prensa”, dijo Navarrete. “La revuelta obliga a Carlos X a abdicar. Es de gran valor documental, pues Delacroix pinta el lienzo el mismo año en que suceden los acontecimientos”.

Vimos, por supuesto, la Venus de Milo, del período helenista (130 a 100 antes de Cristo), descubierta en la isla de Milo, en el mar Egeo, en 1820. Y también de ese período, La victoria de Samotracia (190 antes de Cristo). Mandada a esculpir en mármol sobre una base que imita la proa de un barco, y que se consideró una conmemoración de la victoria naval en Salamina contra la flota de Ptolomeo Sóter, 200 años antes; pero pudo haber sido una celebración de las victorias de Antioco III Megas.

Después de otros descubrimientos, admiramos finalmente el tesoro de la corona francesa en la recién restaurada Galería Apolo. “Fue creado por François I en 1530, pero gravemente amputado por el Estado durante una subasta organizada en 1887”, aclaró Navarrete. No hay duda de que las joyas siempre deslumbran, tanto a chicos como a mayores.